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Mostrando las entradas de enero, 2014

Pericias nocturnas II

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  Pisos crujen, el aire zumba acompañado de aromas miles. Los sentidos han muerto ya para uno de los dos. Uno de los dos solo sobrevivirá a esta noche... muerto, pero feliz al final de ella.    Solo 2 segundo me bastaron para continuar mi macabra y sutil tortura cotidiana una vez más; sabia que de algún modo u otro acabaría usando aquellos pañuelos de seda que me obsequiaste y con cuales decore nuestra mazmorra. Solo el pensarlo produjo curiosidad en tu interior... tu mente solo pensaba que seria exquisito.      Manos, ojos... boca. Por alguna extraña razón sudabas cual bazo de agua fría, nublada, sin rastro de expresión en tu rostro (pues claro estaba cubierto de pañuelos) cuya mujer con catatonia solo emitía sonidos abruptos.     Tus manos se tensaban cuando nuestras caderas chocaban una contra otra; tu, amándome en 120 grados sobre la cama, mientras yo en unos escasos 190 o 200 sobre tu ser intacto y faltante de pudor.     Y pensarlo... estas caricias antiguas, produciría

Valquiria

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A lo contrario de muchas historias narrativas nórdicas con liricas comprensibles hacia una mujer guerrera. Mi valquiria no posee risos dorados, ni piel perlada. No, es como cualquier mujer en mi tierra; algo tostada por el sol, cabellos oscuros, sonrisa alegre. Pero, lo único en común con estas diosas cuyo deber es elegir héroes caídos en la batalla, es que siempre fue y será una guerrera, luchando contra tormentas, pestes y caos. Podríamos decir que como ellas hay muchas, cierto es. Pero lo único es que ella me escogió a mí. Un simple campesino de tierras bajas cual único mérito otorgado fue extraerle algo de vida, alegría y felicidad. He batallado a su lado tanto tiempo ya, que no recuerdo mucho. Solo están grabados de forma permanente desde el primer día en que nuestros ojos se cruzaron al unísono, hasta las últimas horas que la veo en el día. Si, puede que me haya enamorado de mi preciada diosa. Junto a ella he cabalgado por innumerables terrenos, peleado con miles d

En ocasiones siento que estoy solo, pero no.

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   Sentado en la esquina más oscura y silenciosa veo pasar amores, pasiones, alegrías y tristezas cual autos de fórmula uno. Solo se detienen para reparar u ocultar alguna falla para permitirles seguir en la fiesta llamada vida.    Puede que no entienda porque muchas cosas tienen que llegar a su fin o como algunas comienzan de la nada sin explicación alguna. Pero me limito a observar como fiel espectador este teatro maquiavélico que como tan bello, también puede ser horrendo y doloroso.    Sigo en mi silla contemplando siempre atento, sin miedo, sin rencores; las cosas suceden y así será “por los siglos de los siglos” como dice aquella frase religiosa. De nada vale aferrarse a lo malo pues obviamente nos hace daño… es como un canario: hay que dejarlo ir por compasión de la pobre criatura, pues libre y vagando por el mundo sin ser percibida no lastima a nadie, pero reconocemos que existe y que en cualquier momento ya sea por casualidad puede posarse en nuestros hombros.    Mi fel