Pericias nocturnas II
Pisos crujen, el aire zumba acompañado de aromas miles. Los sentidos han muerto ya para uno de los dos. Uno de los dos solo sobrevivirá a esta noche... muerto, pero feliz al final de ella. Solo 2 segundo me bastaron para continuar mi macabra y sutil tortura cotidiana una vez más; sabia que de algún modo u otro acabaría usando aquellos pañuelos de seda que me obsequiaste y con cuales decore nuestra mazmorra. Solo el pensarlo produjo curiosidad en tu interior... tu mente solo pensaba que seria exquisito. Manos, ojos... boca. Por alguna extraña razón sudabas cual bazo de agua fría, nublada, sin rastro de expresión en tu rostro (pues claro estaba cubierto de pañuelos) cuya mujer con catatonia solo emitía sonidos abruptos. Tus manos se tensaban cuando nuestras caderas chocaban una contra otra; tu, amándome en 120 grados sobre la cama, mientras yo en unos escasos 190 o 200 sobre tu ser intacto y faltante de pudor. Y pensarlo... estas caricias antiguas, produciría