Normalidad
Superlativamente a la complejidad del asunto en cuestión, Sharon bebía una taza de café como siempre lo hacía. Molía lo granos de café ya tostados, hervía el producto en cuestión, colaba aquella pequeña y espesa sopa marrón, servía en una taza de corazones, agregaba leche y cinco cucharadas de azúcar. Sus mañanas, aquellas que tenía libre puesto que no trabajaba días corridos, se desenmarañaban en pequeños deleites y gustos: Seleccionar un libro, el cual escogía meticulosamente según su estado de ánimo, pasear en bicicleta; solo si en sus huesos se acumulaba el terror del homo sapiens sedentario, rasguear algunos acordes en aquella polvorienta pero hermosa guitarra electro acústica el cual variaba entre tres tonalidades de marrón, pensar en algunos temas de conversación para entretenerse con sus colegas. Sharon, alegremente pensaba demasiado. En su pequeña cabeza cubierta por rizos ondulados con una combinación de rojo y amarillo ceniza, evocaban pasados, llamaban futuros,