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Mostrando las entradas de 2016

Donde nací

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Y si en alguna parte del mundo puedes sentir que eres parte de algo, es en tu propio corazón.      Son las dos de la madrugada y aun me encuentre entre barro, arbustos, la luna y el aire frio de la mañana. Espero el amanecer mientras sigo el sendero de esta pequeña reserva natural que se encuentra a treinta minutos de mi casa. Terreno empinado, riachuelos, arbustos, matorrales, arboles; verdes alguno, otros tintados por el color de la madrugada.       Los riachuelos y pequeños estancamientos de agua se ven placidos; parecen congelados en el tiempo a buenas y primeras, pero si los miras más de cerca veras que aún tienen mucho movimiento por debajo de la superficie.        La vida me trajo aquí, o tal vez fue mis ganas de extraviarme un rato de todo lo que me aqueja. El estrés, el ruido, las emociones y en muchas ocasiones las personas. Diviso de nuevo el reloj y falta un cuarto de hora para las tres. Desde esta distancia y por encima de los arboles puedo observar el l

Sueño #3: El Onironauta

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     Es extraño permanecer inmóvil, haciendo coerción contra un muro, un par de almohadas y un colcho bajo tu existencia física. No sabes en este momento que es real u onírico, no sabes si respirar junto al Everest, caminar de la mano con Gandhi o simplemente despertar de aquellas pesadillas que siempre tienes por las noches luego de un atracón o malos tragos. Esa es la cuestión de poder hacer consciente un sueño, de dar lucidez a ese mundo, de controlar como un dios lo incontrolable.      Se cambian las escenas, estas viajando en tren, fumando una pipa, tienen un coñac en la otra mano y miras los arboles pasar. Son de color de atardecer, un rosa contrastado con naranja. Te levantas de tu asiento, recorres los cinco metros que hay entre la visión en primera persona de lo que supuestamente eres tú y la puerta del vagón. Paso, paso, filas de asientos, arboles color atardecer y humo de pipa. Ya no son cinco metros sino cien, no es problema, simplemente estiras la mano y giras el pica

Sueño #2 (Relatos muy breves)

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     Siempre hay un maldito pasillo oscuro, silencioso, y con una leve aurora blanca al fondo. Es un pasillo siempre largo, con paredes azules, de ese azul que te hace enfermar por ser algo verdoso al estilo de un hospital. Cada quince, no, veinte pasos siempre hay dos puertas de lado a lado en ese maldito pasillo oscuro, tienen rejas protectoras con hoyos cuadrados como para pasar algo por dicho lugar.      Siempre hay un maldito piso de granito gris pulido, que se vuelve tan pantanoso y surreal por tan poca luz en el pasillo. Cada vez que miro al suelo es como ver un pequeño estanque de noche, lleno de pequeños renacuajos que se deslizan por debajo de la superficie. Si, así pareciera. Estrellas fugases en un cielo lleno de smog.      Cada paso, cada respiración, cada latido de corazón, es como si existiera una especie de succión, que no me lleva a la luz, sino todo lo contrario. Paso, distancia, paso, distancia, paso, distancia. Es mera física simple, somos dos objetos con c

Sueño #1 (Relatos muy breves)

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     Son las 2:00am, otra vez he tenido la misma pesadilla. Ya es más que recurrente. Sueño que desde la cabecera de la cama emergen dos extremidades completamente negras como el azabache contorsionándose, desquebrajando las articulaciones, agonizando mi vista. Despierto siempre agitado, por el susto y porque no sé qué sucede. Solo me limito a sentarme en posición fetal tomar el cobertor y cubrirme como niño asustado. Miro el ventilador, la oscuridad hace ver las aspas como si fueran un pequeño misterio; girando en círculos y moviéndose de un lado a otro.      Desde la ventana solo entra un pequeño haz de luz que proviene desde el faro que se encuentra del otro lado de la calle. No puedo levantarme, la cama esta algo lejos del interruptor de luz y aún estoy consternado por mi sueño. Lo recuerdo claramente, incluso ese maldito sonido pegajoso que viene debajo de la cama cada vez que aparecen los grotescos brazos negros. Puedo levantarme rápido y encender la luz. No ¿Por qué tanto mie

El increíble Bosko

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     Es gracioso el día en que decidí maquillarme. Base blanca sobre el rostro, contorno de ojos rojos y labios engrosados de mejilla a mejilla con pintalabios carmesí. Me gustaba inflar globos, cantar canciones graciosas, contar chistes malos; hacer del tonto. ¿Qué les puedo decir? Me gustan las sonrisas a medio salir mientras las personas siguen su camino luego de ver mi acto. Amo las carcajadas y los aplausos frente a mí.      Vestía camisones largos y coloridos, zapatos gigantes y peluquín verde. Me hacía llamar Bosko. Jugaba con los niños cuando familias acudían a verme.      Es hilarante la verdad. Desde que decidí pintar una lagrima en mi mejilla y seguir actuando igual, nadie noto ese pequeño cambio. Simplemente era un simple detalle para los demás. ¡BOSKO EL MAGINIFICO PAYASO! ¡BOSKO EL COMEDIANTE PERFECTO! Reía cada vez que iba por la calle caminando en forma de pingüino, girando un paraguas al mejor estilo Chaplin. Amo ver a las personas felices, por eso decidí renu

En la tumba del cazador

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Que no te sorprenda si esta noche no vengo a susurrarte al oído lo preciosa que te ves, ni lo hermoso que luce ese vestido de coctel negro que queda tan ceñido a tu cuerpo. Solo vengo por un objetivo, ese mismo por el cual he visto que rosas tus pantorrillas cada vez que te sonrió, ese mismo motivo por el cual sé que si en este preciso momento beso tu mejilla instintivamente acercaras tu boca, y no es porque te resulte atractivamente prometedor como consorte; quiere que despeje tu banalidad moral en cualquier situación y más aún si es ipso facto. No creas que no he visto esa mirada perdida hacia el pasillo cada vez que te diriges al baño en busca de algo o alguien. Por amor a todo lo corrompido y delicioso de este mundo, es una boda. ¿No puedes ser más romántica. O acaso es cierto ese dicho que pregona “Cuando hay boda come gratis hasta el perro y si no come aún habrá comida para rato”? De cualquier modo, no será en el baño o en el armario del conserje, aun menos en cualquier otra

Premura

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     Es complicado recorrer la autopista estando en un nivel de concentración casi despegando hacia el nirvana; recorrer la vía asfaltada de color cromo azabache, color que le ha dado unas cuantas gotas de lluvia, con la brisa en húmeda e invernal en el rostro, el olor de un Marlboro a medio consumo, las vibraciones del volante y Motörhead en la radio y las jeringas desechable al fondo del asiento trasero para que así los policías no las detecten.     No logro distinguir si realmente lo que me hizo subir la adrenalina esta noche fue el contenido de aquellas jeringas, ir a doscientos cuarenta y cinco kilómetros por hora o el hecho de arrollar a quien sabe que pobre alma. Solo no quiero detener mi paso y caer en el dilema del arrepentimiento, y mucho menos bajo los efectos de esta mierda que me ha hecho llorar hasta viendo como caen las hojas. Una pena que me embriagaba, pues me hacía recordar que la más poderosa y única ley inquebrantable hasta ahora; el fin de la existencia misma.