Sueño #3: El Onironauta
Es extraño permanecer inmóvil,
haciendo coerción contra un muro, un par de almohadas y un colcho bajo tu existencia
física. No sabes en este momento que es real u onírico, no sabes si respirar
junto al Everest, caminar de la mano con Gandhi o simplemente despertar de
aquellas pesadillas que siempre tienes por las noches luego de un atracón o
malos tragos. Esa es la cuestión de poder hacer consciente un sueño, de dar lucidez
a ese mundo, de controlar como un dios lo incontrolable.
Se cambian las escenas,
estas viajando en tren, fumando una pipa, tienen un coñac en la otra mano y
miras los arboles pasar. Son de color de atardecer, un rosa contrastado con
naranja. Te levantas de tu asiento, recorres los cinco metros que hay entre la visión
en primera persona de lo que supuestamente eres tú y la puerta del vagón. Paso,
paso, filas de asientos, arboles color atardecer y humo de pipa. Ya no son
cinco metros sino cien, no es problema, simplemente estiras la mano y giras el
picaporte.
Por consiguiente, al
cerrar la puerta tras de ti, se perpetua un mundo de oscuridad. No pasa nada,
aplaudes ¡QUE SE HAGA LA LUZ! Te lo dije, eres un dios construyendo un universo
nuevo. Tras de ti hay un telón rojo, arriba hay cientos de reflectores
apuntando en diversas direcciones, frente a tu escenario hay cientos de butacas
llenas con personas que en tu vida haz conocido. Eres un comediante, tienes un
nudo en la garganta, tú público comienza a volverse iracundo contra tu performance.
Pones tus manos al frente para realizar una señal de alto, se congelan los
desconocidos y sabes que están espetando tu próximo movimiento; se sienten tan
intrigados por el acto que harás como tú por lo que está sucediendo. Otro
aplauso, muchas risas histéricas, silbidos, elogios, aplausos al unísono que se
convierten en sonido de lluvia. Otra vez oscuridad, y ahora silencio.
Estás empapado de pies a
cabeza, realmente está lloviendo pero aun no ves ni tu propia nariz. Diriges la
mirada al lugar donde crees que esta el cielo y un brillo secular aparece
tenuemente de la nada. Es la luna, pero realmente no es el cielo. Te encuentras
mirando el mar a media noche, aunque esta vez, estado de cabeza pisando las
estrellas. Tocas el mar y se mueve el universo a tus pies ¿Qué es un reflejo de
qué? ¿El mar refleja al cielo nocturno o viceversa? ¿O ambos son un reflejo de
ti en ese momento? Te halan de los pies, tus manos quedan extendidas hacia
arriba ¿O sigues hacia abajo? Eso no importa, estas subiendo, cayendo, lo que
sea pero en dirección a la luna.
Si, lo puedes adivinar. No, no eres un astronauta.
Estas participando en una coreografía de “Do you wanna know?” en Apollonius,
crees que van fatal. Ya no estas bailando ahora diriges. Todos tus bailarines
llevan trajes de corbata rosa y blanco, alzan piernas, doblan rodillas, giran
con gracia y para finalizar manos de Jazz. Esa es la mejor manera, a tu
parecer, de cerrar una coreografía con una canción de los Arctic Monkeys.
Cabe destacar que parpadeaste tres veces, ahora son
mil, ya van quinientos setenta y cuatro millones ¿Pero realmente estas contando
o son números que llegaron al azar de tu inconsciente? Estas dando una caminata, parece la calle
donde vives, es un día frio y soleado, pero aun así llevas puesto traje de baño
sexy. Saludas a todo el mundo y solo se limitan a aplaudirte, acto seguido les
haces reverencia. No pasa nada, al fin y al cabo es solo un sueño. Chasqueas
los dedos y tus vecinos, que realmente no son tus vecinos sino una proyección de
rostros almacenados que alguna vez viste de tu inconsciente, ya no están, solo
hay perros, leones, jirafas, babuinos y uno que otro grupo de personas con un disfraz
de dragón; nunca has visto uno y sabes que no son reales. Llegas a tu casa, un
castillo del siglo XI por alguna razón. Subes las escalinatas, pasas tres
mazmorras flotantes llenas de bolas discos y canciones de Abba; eso sí que es
una tortura. Abres una puerta doble de robles con remaches, placas y bisagras
de acero negro y ahí está, tú habitación, como la habías dejado; incluso
contigo en la cama.
De igual manera no te sorprende para nada la imagen ya
todo es consciente, manipulable y entendiblemente inentendible. Solo es.
Caminas hacia tu cama, ahora llevas la pijama que llevabas puesta antes de todo
ese viaje, te sientas, levantas las piernas hacia la cama, tomas el cobertor y
te arropas hasta el cuello; siempre haz amado dormir de esa manera. Luz, calor.
Al fin despertaste de un mundo que podrías afirmar que fue tuyo.
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