Premura
Es complicado recorrer la autopista
estando en un nivel de concentración casi despegando hacia el nirvana; recorrer
la vía asfaltada de color cromo azabache, color que le ha dado unas cuantas
gotas de lluvia, con la brisa en húmeda e invernal en el rostro, el olor de un
Marlboro a medio consumo, las vibraciones del volante y Motörhead en la radio y
las jeringas desechable al fondo del asiento trasero para que así los policías
no las detecten.
No logro distinguir si realmente lo que me
hizo subir la adrenalina esta noche fue el contenido de aquellas jeringas, ir a
doscientos cuarenta y cinco kilómetros por hora o el hecho de arrollar a quien
sabe que pobre alma. Solo no quiero detener mi paso y caer en el dilema del
arrepentimiento, y mucho menos bajo los efectos de esta mierda que me ha hecho
llorar hasta viendo como caen las hojas. Una pena que me embriagaba, pues me
hacía recordar que la más poderosa y única ley inquebrantable hasta ahora; el
fin de la existencia misma. Pero ¿Por qué los árboles, míticos gigantes, tienen
que sufrir tan precario deceso bajo la gracia de nuestra estupidez? Supongo que
desde ese momento destrozo mis venas con mayor tenacidad en las semanas,
aniquilo mi sistema respiratorio con cajas completas de Camel y Marlboro.
Quiero transcurrir el menor tiempo en este limbo infernal lleno de estupidez
con mayor estupidez posible.
¿Qué carajos hacia alguien en la vía de la
autopista? Mierda, mierda, mierda… ¿Y si solo fue algún perro? De esos perro
que se paran en dos patas y miden más de metro setenta. Sí, eso debe ser algún
perro triste que se escapó de su hogar en busca de algo, se perdió y acabe con su
frágil vida por estar siendo un “maldito rudo” drenándome la vida con MET. Sí,
eso debe ser, ninguna persona en sus cabales puede estar vagando en un lugar
tan peligroso, menos aun cuando existen escuadrones de la muerte en la vía que
tienen como misión divina acabar con una supuesta plaga de vagabundo en el
país. No sé de qué sentirme más asqueado, del solo hecho de que para ellos
tenga sentido ir por ese camino o que veo salpicaduras de sangre antes del
filtro doble de mi cigarrillo. Tengo que potar hombre, sacar parte de este limo
primordial que ha salido de mis arterias directo a mis jugos gástricos.
Piensa un momento Marcos, no es momento de
temblar y refugiarte en la roca para fundir bajo el asiento, tienes que
calmarte, limpiar el faro que desde hace diez kilómetros emitía un leve tono
rosa en vez del característico color blanco para inmovilizar venados en el
bosque. Concéntrate, quema tu camisa de Incubus que usaste para limpiar el faro
y quitar el cabello del para choques. Pobre perro de dos patas que se escapó de
su casa. No debiste alejarte tanto de tu hogar.
Respiran hondo Marcos, que tu plan de
estrellarte contra el viejo árbol de la altura siento dieciséis no lo impida
ese maldito animal desarrapado, tienes un propio mundo vago y banal que
abandonar por voluntad propia. Como un guerrero, vacío de temor y contemplando
la entrada del nirvana junto a Luci, Met, Mary Jean y tío escobar. Es algo
contradictorio, nunca me sentí tan lucido, tan consciente y vivo. No en conciertos, ni con amores, ni
amistades, no con mi familia. Siento una libertad astral que solo me la
proporciona una decisión exacta y mi pie izquierdo a punto de irse al otro
maldito lado.
No hay policías en la vía, no hay más
perros, no hay más muerte lenta por tristeza que me provoca la humanidad; no
más niños con malos padres, no más hambre, ni guerras, ni mentiras, tampoco
corrupción, manipulación, no más contaminación e inconsciencia, extinción de
ciento cincuenta especies al día, basta de todo.
Enciendo otro Marlboro, esta vez uno
especial, uno que había preparado en casa, están todas mis amistades en él.
Esta fiesta en mi cerebro promete. Calada tras calada al ritmo de Skid Row a
todo lo que resiste mi sistema de audio, dejo mi pie caer cada vez más a fondo
sobre el acelerador, solo quedan cinco kilómetros ya; un arroyo, un túnel y mi
amado árbol. Sin autoridades solo será otro accidente de tránsito más;
pavimento húmedo, madrugada, hombre bajo los efectos de las drogas. Si es que
queda algo de mí para que llegue a comentarlo.
Siento cada vez más frío, mis piernas
cosquillean y mis manos se sienten entumidas como después de tocar mucho tiempo
un objeto congelado. Todo es más brillante, la carretera da espirales, los
faroles del camino palpitan, el túnel me susurra al oído y mi asiento me abraza
con fuerza. Trescientos doce kilómetros por hora, estoy sudando y mis manos
tiemblan, siento como se espesa la saliva desde mi boca a la garganta, no puedo
controlar el pie, solo estoy a unos metros puedo resistir. Adiós, el telón ya
bajo, mi extremidades no responden pero logre dejar la dirección fija hacia mi
mejor amigo, iré a hablarle en el nirvana de cómo el mundo pudo ser mejor.
¿Luz? ¿El nirvana?
- - Joven, ¿Qué hace a estas horas estacionado a un
costado de la vía?
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