Mochilero (Parte III: Sorpresas)
Luego de dos semanas de viaje,
pude completar aquel libro misterioso, lleno de señalamientos, direcciones,
nombres entre otras cosas. Era el diario de Darío Navarro; al menos eso decía
el grabado que se encontraba en la primera hoja. Entable amistas con el chef y
algunos ayudantes. Estaban asombrados por la cantidad de determinación de mis
acciones o mi “lucuria” como solían llamarle. Tal vez estén en lo cierto y este
inmerso en una “lucuria” pero ¿Qué más da? Al fin y al cabo es mi viaje.
A mí llegada a Mumbai, algo
agitado, mareado, aturdido por el cambio horario y otros síntomas de viajes
largos, me despido de mis nuevos amigos añorando a los que he dejado atrás.
Paseando por las calles costeras observo muchas tiendas de chucherías y
baratijas. Todo es colorido, las personas, los atuendos, las especias, los
animales, los hogares, las tiendas. Me encuentro abrumado pues a lo lejos lo
absorbía una sociedad más actual, mucho más moderna. Me recuerda un poco a
aquellas postales de Inglaterra.
Sin poder comunicarme muy bien
decidí caminar para hacer un recorrido
“turístico”. Todo es diferente, obviamente, pero emocionante pues nunca había
contemplado algo como Mumbai (Bombay). Quisiera trasladarme a las ciudades algo
más rurales, pero me encuentro solo y no puedo arriesgarme.
De repente recuerdo un nombre en
aquel hermoso diario amante mío. Balakrishna, ese era el nombre que buscaba. En
las anotaciones de Darío, mencionaba algo de transporte, posada y amistad. El
lugar donde vivía Balakrishna se encontraba a 30 minutos según me informe por
medio de un mapa que tenía. Dos grajeros que paseaban decidieron sucumbir ante
mis suplicas de un aviento puesto se dirigían a el mismo sitio al que yo me
dirigía. Sakinaka, tres calles antes del parque Nana Nani.
Suponía que sería un hombre
viejo, o por lo menos con sus años bien encajados con el tiempo, pues el diario
era de unos 20 años atrás. Al llegar al lugar que me indicaba el diario, y para
mi sorpresa, me encuentro con una casa algo deteriorada, vieja. Diría que dicha
casa databa de la época colonial. Me
lleno de valor. Vuelvo a sentir aquella emoción de lo desconocido cuando obtuve
y ojeé aquel hermoso diario. Dos toques a la puerta, como indicaba el diario,
bastaron para recibir una respuesta muy fugaz.
-
¿Cómo empezó tu viaje? ¿Qué esperas encontrar?
Aquello era perfecto español con
asentó hindú.
-
¿Acoso no contestaras? Adiós-. Tuve que vomitar
palabras aceleradas para que no está incógnita en mi pecho.
-
Mi viaje comenzó como una simple aventura de
niños. De esas que nacen en cinco segundos y duran toda una vida-. Vocifere al
unísono para recibir respuesta.
-
¿Y lo otro?
-
¿Qué espero encontrar, señor?
-
Si-. Menciono con aquella voz ronca y algo seca
que jamás olvidare.- ¿Qué esperas? No abriré la puerta si no contestas.
-
Espero encontrarlo todo, pero no espero
encontrar nada-. Mencione con un tono de voz triste pero firme.
El piso crujía, se escuchaban
pasos en mi dirección. Silencio. La cerradura martillaba, pues al forzar por el
óxido emitía un sonido muy particular.
-
¿A quién tengo el gusto de servir?- Era un
hombre espigado, de no más de treinta años.
-
Wille García, es un honor.
-
Igualmente, Balakrishna Navarro.
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