Pericias nocturnas
Hoy
a mi falta de clemencia seré tu verdugo, sin reproches, solo regocijo y algo de
vino ¿Por qué no? Tentado a pecar con solo observarte mientras descubres esa
esencia perlada llamada cuerpo.
3 segundos
bastaron, nada más para que el uno al otro diéramos por entendido que lo que vendría
no sería ningún juego. Solos, en silencio, en plena oscuridad de la noche;
pecando según muchas religiones pero nosotros solo escapábamos y dimos forma a
ese amor y deseo.
El oxígeno
se volvía denso como el vapor ¿Cómo no entenderlo? Si esto es solo amor.
Continuando,
separamos nuestros labios pues comprendimos que debíamos comenzar… no soportábamos
tanta tortura. Abrazos, caricias, solo fue el abre boca, un mero postre para
los acontecimientos seguidos.
Tus zarpas desplazándose
por mi espalda solo hizo que mis bellos se erectaran cual genital de
adolescente brío; el continuar solo me llevo a paladear que no debería quedarme
indefenso… pues… al fin y al cavo, yo soy tu verdugo.
Adiós inocencia
pues poco servirás hoy, nada de pena ni preocupaciones solo dulzura y pasión en
cada esquina de tu cuerpo.
Besarte al
estilo francés solo fue el inicio ¿Solo duro poco, cierto? Solo pude continuar
besando tu ser lento… tranquilo y apaciblemente… pues tu cuello y extremidades
indicaban que iba por buen camino.
Tus pechos
cuyo aroma se asemeja a lo más hermoso. Firmes y tensos cual montañas; los más mínimos estímulos desencadenaban una reacción
en cadena que terminaba en cada hebra de tu cabello.
Tu vientre
¡Oh, deleite! Te hacia zumbar, agitarte, retorcerte cual piton reticulada… ya
sabias en que terminaría esta parte.
Separo un
poco tus piernas, aprietas con fuerzas las sabanas, poco a poco y muy
lentamente bordeo tus piernas con mis brazos, tus labios siente mi respiración
caliente… pero más arriba tu boca solo gime.
Manos,
dedos, soy un pulpo resbaladizo en el paraíso terrenal; el temblor me indica
algo, luego me lo confirma tu tensión muscular alrededor de mi cuello.
Temblores, gemidos, humedad… has muerto…. Pero solo has muerto un instante
esperando lo siguiente que vendrá en esta noche donde solo tú mi querida
amada y yo, sabemos su ubicación exacta
en medio del bullicio de la ciudad, donde solo la luna y unas cuantas estrellas
fueron y serán testigo de nuestro pecado, amor, y lujuria.
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