Crescendo
Es difícil pensar que
robar una vida es más sencillo de lo que parece. No pretendo desprestigiar a los cuerpos de
investigación, pero en ocasiones, pueden
llegar a dejar muchos espacios vacíos en
una investigación y no completan ni fundamentan bien sus informes; los asesinos
podemos llegar a ser tan escurridizos como una salamandra.
No contare y me reservare los lujos de
detalle, pero puedo informarles con gusto y éxtasis, que a mis 57 años nadie ha
sospechado que pude quitarle la vida a 32 personas. Fue sencillo; el miedo, la
agitación mental, fueron mejor que cualquier paralizante químico. Se
convirtieron en cervatillos asustados en su gran mayoría; quietos, indefensos,
inmóviles por el miedo y el no conocer las intenciones de su depredador.
Imaginen, solo por un par
de segundos, el método de asesinar sin dejar rastro más sencillo… Créanme que
dejaran más evidencias de las que creen, dejaran tanto a la disposición de la policía que los atraparan
en cuestión de horas. Huellas, rastros de pólvora, cavos sueltos con amigos o
familia, adn o incluso testigos oculares, que aunque posiblemente a lo lejos
pudieron distinguirte.
Es inútil… No están
predispuesto siquiera con su vidas si en necesario. La mejor sensación es jamás
haber tocado la cárcel aun cuando ya te han descubierto.
A diferencia de la
mayoría de asesinos que sienten deseos sexuales reprimidos, según mi querido
amigo Freud, no siento ninguna satisfacción sexual hacia lo que acometía. No
tengo erecciones mientras penetro la piel y la carne con un cuchillo, tampoco
el deseo de profanar el cuerpo sin vida de mi víctima. Solo es un juego
intelectual, como un juego de ajedrez o backgammon, donde solo yo se hacia
dónde se moverán las piezas y donde, pues,
solo yo sé el resultado ganador. Conozco los movimientos del miedo,
claro está, esto se lo debo en parte a la experiencia, y no quiero parecer “superior”,
también se lo debo a mi inteligencia.
Para culminar, mis
queridos colegas detrás de vuestros ordenadores. De hoy a tres días celebrare
el número “33”. Como siempre, nada, ni nadie me lo impedirá, ni tú, que conoces
mis intenciones y mi posible modus operandi. Es lamentable y a veces deseo ser
descubierto solo para entablar otro juego. En el cual esto seguro; llevaría
todas las de ganar.
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