Mochilero (Parte IV: Destinos entrelazados)
Balakrishna, aquel hombre misterioso resultaba ser nada menos que el
hijo adoptivo de Darío Navarro, a quien otorgo el apellido familiar.
¿Balakrishna, ayudo a Darío? Supongo que esto cada vez se vuelve menos extraño
y desenmarañado, si es que alguna vez lo fue. Tiendo a perderme algunas veces,
admito.
Luego de aquella pequeña platica de presentación, Balakrishna, me
ofreció pasar a su casa. Todo el interior era exactamente igual al exterior,
era algo extrañamente encantador; muy hogareño.
- Puede esperarme un momento.- Se disculpó con
aquel extraño acento sacado viejas películas indias traducidas al español.
- ¡Vamos! Después de todo esta es vuestra casa.-
Sonreímos unos instantes mientras Balakrishna se retiraba a la habitación
contigua.
Mis ojos no se acostumbraban a aquel extraño pero acogedor lugar. La luz
era algo tenue pues la única entrada de luz provenía de un tejado de zinc casi
trasparente. Parecía que en aquel lugar nunca hubiera cambiado nada desde que
se escribió aquel diario. Las paredes algo toscas de un color mostaza oscuro,
los muebles color vino tinto, mesas color verde esmeralda y marcos de ventanas
de un tono rosa el cual desconozco.
- Willie, ¿Qué tanto has leído el diario de mi
padre?- Menciono Balakrishna, mientras cruzaba el portal, extendía sus brazos
para ofrecerme una taza de té nilgiris.
- Cada punto y coma, Balakrishna.- Sonrío, miro
mi mochila, hurgo en el bolsillo de su camisa azul claro, saco un pequeño trozo
de papel y lo puso en mis manos.
¿Moscú? ¿P-Por qué Moscú? ¿Qué sucede? Al leer este pequeño trozo de
papel no entendía nada en lo absoluto, solo mencionaba a una ciudad en Rusia ¿Qué
está sucediendo aquí?
- Amigo, ese era el último lugar que visitaría mi
padre antes de quedarse en la india, criarme y morir.-
Intuí al momento a que se refería aquel hombre
que se hacía llamar, Balakrishna. Bebí rápido el té de nilgiris, me levante suave
pero rápidamente del sofá vino tinto, le ofrecí un apretón de manos a aquel
hombre, el cual aparto de el para convertirlo en un abrazo de anaconda, de los
cuales solo da una madre orgullosa que ve a un hijo partir.
Nos terminamos de despedir en la entrada de su
hogar. Bendijo mi camino o al menos eso comprendí.
Antes de partir de India visite algunos sitios turísticos.
Visite “La ciudad rosa” de Jaipur, el algo mórbido y misterioso rio Ganges.
Ahora, ¿Cómo demonios logro llegar a Moscú?
Musitaba mientras comía mangos rebanados en una bolsa.
- Hey, extranjero ¿Andas perdido en la vida o la
vida se ha perdido en ti?- Gritaba un ciclista en perfecto castellano.- Si, tu,
no te hagas el sordo y voltea.
- ¿Lo conozco?- Masculle al momento.
- No, ni yo a usted, pero por lo que veo
pertenecemos a la misma clase de personas. De las que une el camino para no
viajar solos, los mochileros.
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